Algunas cosas han cambiado desde que Marcelo salió de esta casa, pero no he tenido ganas de entrar aquí a escribirlas. Entre lo más interesante hay que destacar que la Sandra ha cambiado de pareja y sigue viviendo aquí conmigo. Se llama David, le tocó una quiniela de trece cuando el madrid perdió en getafe y lo celebró follando con las dos, aunque la Sandra no sabe que ella es la segunda y cree que su bajón es debido al trabajo agotador que él lleva a cabo todas las mañanas para el canal de isabel II. Cualquier día le deja y se me quitarán las ganas de chuparle la polla a escondidas.
Todo comenzó a primeros de agosto un martes por la mañana porque cuando la Sandra se mete en el baño a colorearse el pelo tarda lo que no está escrito en salir. Él no parecía muy preocupado por ello, no me supuso esfuerzo ninguno el que me acompañase a la cocina en calzoncillos y allí, comentándole el calor que tenía y mis ganas de follar, conseguí el resto. Tres frases me bastaron para volverle loco, examinó un par de veces el tamaño de su polla configurándose bajo la única prenda que vestía y a continuación se colocó pegado a mi espalda mientras yo exprimía el último pomelo. Como me sigo paseando sin ropa interior y tenía ganas de él desde que apareció por la puerta, todo fue muy facilito. Me pidió permiso y le dije que, por favor, procediera.
Desde entonces estamos dando clases particulares de cómo follar con muchas ganas ya sea a media mañana o a media tarde. A media noche no se folla porque la Sandra y yo, tras su ruptura con el anterior, llegamos a un acuerdo y en casa solo dormimos nosotras y así yo me puedo desplazar tranquilamente desnuda a mi aire y sin sobresaltos de ningún tipo. A cambio, la he regalado y vaciado la habitación-trastero para que pueda seguir pintando ampliamente a su antojo todo aquello que nadie comprará jamás. Aún así toda la casa sigue oliendo a productos de pintura y deja en cualquier sitio los pinceles, pero como estoy muy bien follada no me quejo.
Ella, sin embargo, lleva varios días seguidos diciéndome que ya nada es igual con David. Me habla de su impotencia puntual, de su cansancio al llegar del trabajo, de su falta de delicadeza y de nuestra estúpida manía, de ambos, en hablar de fútbol en su presencia con lo poco que ella entiende. Me dan ganas de explicarle los motivos por los cuales los hombres se cansan de ella y de sus quejas pero como estoy contenta la mayoría de las veces guardo silencio o asiento con la cabeza o niego, según el caso. Nada sabe de nuestros encuentros en el coche de él, antes de subir a casa a besar su frente, ni de los orgasmos que me provoca la situación furtiva en la que nos encontramos.
Hacía tiempo que no se prolongaba en mí esta sensación tan estupenda. Diariamente, a las once y cuarto de la mañana, bajo a comprar el pan pero a la Sandra no le digo que es otra la barra que me marca los tiempos. Suele aparcar siempre donde le dije, en la plaza reservada al minusválido que todos los días a las nueve saca su coche dejando el hueco libre hasta la tarde. David siempre llega un poquito antes, le veo a veces aparcar, me aseguro de los próximos movimientos de la Sandra y salgo a su encuentro. Me quiere sin ropa interior y yo quiero que cuando entre en su coche ya se haya quitado los pantalones. Ninguno de los dos rompe el pacto y no tenemos ningún otro.
Sabe que si deja a la Sandra dejará también de verme y esta situación provoca momentos espectaculares. Ayer mismo por la mañana me aseguré que se había sacado el pantalón haciéndole bajar la ventanilla del coche como si fuese a decirle algo importante. Mientras le acariciaba la polla con la mano izquierda, le pregunté si había estado el día antes con la Sandra. Tenía cierta prisa en hacerme entrar en el coche y tardó en contestarme. Me dijo finalmente que no hicieron nada y eso no me gustó, retirando mi mano de su polla al instante de escucharlo. Clavé los ojos en el portal de casa, no se bien por qué, mientras él me pedía otra vez que por favor entrase en el coche. Tomé asiento y enseguida sus dedos se deslizaron buscándome el clítoris.
-No te enfades Clara, es que no tenía ganas de sexo, acuérdate que estuve aquí contigo hasta casi la una, comimos juntos y la traje en el coche pero estaba muerto de cansancio-
-Eres un inútil, cualquiera querría estar en tu situación - aquí me tapó la boca y mientras yo me movía intentando morderle reclinó con la otra mano mi asiento hacia atrás separándome ambas piernas.
Mi boca tapada pareció excitarle más de lo esperado y no hizo amago de retirar su mano. Se ajustó la polla y me la metió despacio comenzando enseguida a empujar con fuerza sin dejar de mirarme a los ojos, los mismos con los que yo pedía que me liberara. No quería escucharme, manteniéndome inmóvil contra el respaldo, y no debieron pasar ni dos minutos desde que me metió un dedo en el culo cuando ya amenazaba con correrse. No tardó en hacerlo y al destaparme la boca me faltó tiempo para retirarle y decirle que era la última vez que me inmovilizaba.
Esta mañana me ha invitado a un desayuno en Rosales y allí me ha preguntado si estoy enfadada. Al responder me he dado cuenta que no hemos hablado en todo el trayecto. Como la respuesta ha sido que no, le ha cambiado el gesto y ha recuperado su apariencia del martes de agosto: atractivo y follable. A las seis en punto he vuelto a entrar en su coche, sin bragas y con muchas ganas de chupársela. Dice que lo que más le gusta es esta no rutina que vivimos. Está muy contento y me ha dicho también que, si yo quiero, pasará el domingo entero con la Sandra. Es divertido.
sábado, 6 de octubre de 2012
Boca cerrada
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Clara
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miércoles, 23 de mayo de 2012
Trabajos forzados
He terminado de pagar el piso con intereses. Javier, el del banco, me ha dicho que tengo suerte porque estamos y parece que se avecinan tiempos aún más jodidos para todo aquel que tiene una deuda. Esta vez no ha sido necesario viajar a ninguna parte para dar por finalizados los trámites, no soy tan torpe como para no entender los recibos bancarios. Le he dicho que cuando quiera pagar por mis servicios, que no dude en llamarme pero ya dije antes que no soy tan torpe como para facilitarle un número de teléfono que suene cuando llame. Sé que va a llamar, y más de una vez, y sé que no va a sonar, aunque de hacerlo no va a ser Clara quien responda.
He terminado de pagar el piso con intereses, decía, un piso en el cual no deja de entrar y salir gente.
La Sandra anímicamente está mejorando mucho, ahora sale de casa, se depila y se folla a Eduardo a quien ha conocido en el gimnasio y quien no deja de mirarme las tetas. Supongo que lo hace por el hecho de que no llevo ropa interior debajo, pero es mi casa y yo me paseo por mi casa como me da la gana. Él realiza varios paseos al frigorífico porque es mucho el agua que bebe y porque la Sandra le invita a desayunar con ella.
A Marcelo se le ha muerto un hijo y supongo que también las ganas de pasarse por esta casa tras la intensa discusión que tuvimos hace unas semanas. No sé qué tipo de registro llevó a cabo en mi armario una tarde mientras yo tomaba una ducha, pero fue recogerme el pelo con una toalla y entrar en mi habitación y allí estaba sentado en mi cama, esperándome. Sin decir palabra me arrojó a la cara una camiseta corta y grisácea que Giancarlo dejó olvidada.
Sólo alcanzó a decirme mala puta, pero lo dijo con todas las letras y clavándome los ojos. Se levantó muy excitado, empujándome y apresurándose a echar el cerrojo de la puerta. Muy rápidamente me cogió ambos brazos, zarandeándome y preguntando con quién había estado. Le pedí varias veces que me soltara pero no hacía caso, él preguntaba y él mismo se respondía.
-sabes que no puedo venir todos los días, lo sabes- me decía -seguro que me has estado engañando cuando no he venido- no eres más que una puta, dime quién es-
Con una mano cruzó las mías en mi espalda y ayudándose de la otra tiró del cinturón del albornoz hasta retirarlo completamente, atándome con él mis dos muñecas. Por más que lo intenté con todas mis fuerzas no conseguí liberarme y después me tiró sobre la cama. Con la misma camiseta grisácea me amordazó la boca para que la Sandra, si llegaba, no llegase a escucharme. Pataleé cuanto pude hasta que me frenó y me abrió de piernas con la misma fuerza con la que antes decía quererme.
Se sacó el pantalón dejándolo en el suelo en lo que dura un segundo y con la polla más dura que nunca. Me la metió de una sola vez y hasta el fondo y, antes de decidirse a empujar como si se terminase el mundo, me preguntó al oído si acaso yo no tenía bastante con lo que él me daba. Después comenzó a follarme, enloquecido, sosteniéndome ambas piernas y dejándome un cardenal en la izquierda. Cesó de pronto y arqueándome aún más las caderas metió la lengua en mi coño succionándome seguidamente, escupiendo y maldiciendo todavía con el puta en la boca.
Consiguió humedecerme lo suficiente como para que su polla se deslizara sin problema dentro de mí y según su deseo. De vez en cuando se aseguraba que yo no pudiese sacarme la camiseta de la boca para gritarle al mundo y me cogió varias veces por el cuello mientras me penetraba aún con más fuerza sin dejarme patalear. Él mismo se decía en voz alta que eso seguro que me gustaba y yo, mientras sentía el golpeo de sus pelotas, me concentraba en el intento de desatar el nudo que me había hecho detrás.
Cuando entendí que ya él iba perdiendo facultades me desaté por completo sin que se diese cuenta y esperé sin moverme el momento ideal para lanzarle una patada voladora a la nariz, porque tampoco soy tan torpe como para no saber defenderme. Me abalancé muy rápido sobre el cerrojo de la puerta, abriendo y corriendo hacia la cocina mientras le oía quejarse a viva voz maldiciéndome. Allí extraje y empuñé un cuchillo del segundo de los cajones, el cual cerré rápidamente. Cuando pensaba que se me iba a salir el corazón por la boca tuve la suerte de escuchar cómo la Sandra daba la vuelta a la cerradura entrando en la casa.
Cuando Marcelo llegó a la cocina se sabía perdedor y con un movimiento de brazos, como rendido, me indicó que se iba. La Sandra nos observaba, atónita. Muchas cosas se juntaron en mi cabeza, alcancé a decirle que se largase de aquí lo antes posible, le grité que era un imbécil al que le gustaba más follar que estar con sus hijos, que no dudaría en clavarle el cuchillo si se atrevía a dar otro paso más y que no quería nunca más volver a verle.
La Sandra, una vez que reaccionó, presenció estas últimas escenas desde el marco de la puerta de la cocina y me preguntó tres veces si llamaba a la policía, móvil en mano. También recuerdo gritarle que era un hijo de perra y que iba a denunciarlo y ante esto contestó que no hacía falta. Desde luego no hemos vuelto a vernos, pegó un portazo a la puerta y hasta hoy. La Sandra enseguida se acercó a abrazarme y me repitió varias veces que me quería mucho y también dijo que si algo malo me pasaba ella no tardaría en matarse. Creo que es lo más bonito que me han dicho nunca.
Desde entonces, no encuentro ninguno digno de repetición y ya he metido en casa a varios. El chico nuevo del kiosko, aparte de ser aburrido es madridista. Enrique, quien marcaba hasta hace poco mis ejercicios en el gimnasio, no deja de hablar de sí mismo y ya le he dicho que no vuelva y a Pablo, que tanto me gustó aquella noche, le huele mal el aliento y es algo que no quiero seguir soportando. El próximo deberá hacerme mojar el tanga sin tocarme, si pretende conocer el portal de mi casa.
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Clara
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domingo, 18 de marzo de 2012
Tres son multitud
aclaración nº 7 Marcelo vino diciendo la otra noche que va a dejar a su mujer y a sus hijos. Nadie le pidió que hiciera semejantes manifestaciones, lo dijo él solito instantes antes de correrse mientras me lo hacía sobre la alfombra del salón. Una alfombra que, a estas alturas del calendario, aún no he recogido. Le gusta hablar barbaridades mientras me folla, supongo que dice esas cosas para intentar llegar más alto. Sigue estando fuerte y atlético, aguanta bien todas mis subidas.
Últimamente casi siempre estoy de subida. Ya he podido celebrar un par de borracheras con la Sandra, me paso riendo todo el día y Marcelo sigue viniendo al piso con una frecuencia de dos o tres días por semana que es lo que a mí me interesa. Yo no quiero que él deje a nadie, quiero tenerle cachondo perdido todo el día y que entre en mi casa con hambre. La Sandra me dice que así no necesito ir al gimnasio y lo cierto es que me siento estupenda. A veces viene y al cabo de dos horas ya está rendido, pero para eso estoy yo y me aprovisiono sola. Por la mañana, tras estos casos, nos lo montamos antes y después del desayuno y luego no le vuelvo a ver en dos o tres días. Es genial.
Tiene ese afán de fontanero que a mí tanto me pone y una instalación sin terminar en Boadilla del Monte. Creo que se piensa que voy a estar con él siempre y eso me hace mucha gracia. Siempre no existe, todo se puede terminar esta misma tarde. Sólo importa el aquí y el ahora y ahora me gusta follármelo y punto. Soy la única que tiene sexo en esta casa, por otra parte. A la Sandra ahora le ha dado por la pintura y conserva su porro nocturno para cuando se coloca delante del lienzo a pintar absurdeces. Está de lo más entretenida, me hace las uñas y pasea por toda la casa día y noche sin salir a ningún sitio y sin limpiar lo más mínimo. Cree que cualquier mañana el lavavajillas se pondrá solo o que alguien vendrá a reponer el papel higiénico en el baño. Cualquier día les echo a los dos a tomar por culo.
El pensar que Marcelo me lo está haciendo tan bien el caso es que parece excitar a mi compañera. Sé que se encuentra más que dispuesta a hacérselo con él a la menor oportunidad. Ha tenido varias, cada vez que Marcelo sale de la habitación para comer algo ella se pasea semidesnuda por la casa haciéndose la inesperada. Tiene a todas las horas del día mucho calor, la importa poco que los haya muriéndose de frío. Ella estaría encantada de acompañarnos en la habitación, estoy segura.
Si alguien ha de acompañarnos en la habitación me gustaría que fuese Giancarlo, para los tríos no me gustan las rubias. Y es que Giancarlo ha llamado esta noche al número que yo le facilité hace unos días y me ha dicho que abandonará Oviedo el martes y pasará conmigo una semana antes de abandonarme por Florencia. Espero que venga con ganas de follar, aquí le estoy esperando.
Y quien espera, desespera y eso es lo que ha ocurrido hoy después de comer. Marcelo me había dicho que estaría en mi casa a las cuatro y como iban a dar las cinco y no había llegado la Sandra preguntó por él en voz alta. Me encogí de hombros y me dejó una mueca extraña antes de tirarse en la hamaca a ver televisión con el volumen bajito porque se lo he dicho cincuenta veces. Solté la revista en el suelo y volví a mirar el reloj. Las seis menos veinte y Marcelo tampoco llamaba. Pensé entonces en el ataúd de un niño muerto y me vinieron a la cabeza varios nombres, San Sebastián, Barcelona, Vigo.
También la Sandra se aburrió de esperar y tras verter líquido quitaesmalte sobre dos pañuelos de papel usados hace más de una semana y que aún permanecen en lo alto de la mesa procedió a desvestirse camino de la ducha. Me dijo algo del tiempo o el sol desde el marco de la puerta del baño pero no lo recuerdo. Sé que me serví un zumo de naranja y a mi regreso me coloqué frente al ordenador y allí permanecí unos minutos sin encenderlo. Eran las seis y diez cuando sonó el telefonillo y la Sandra dormía su siesta diaria en su habitación.
Venía con la cara desencajada y tardó muchos segundos más de lo normal en pronunciar palabra. Le habían pinchado las ruedas del coche. Eso fue lo que dijo. Al salir de trabajar y dirigirse hacia la furgoneta debidamente aparcada se dio cuenta que tenía ambos parabrisas levantados. Soltó la caja de herramientas en el suelo y no podía creer lo que estaba viendo. El espejo del copiloto bajo el vehículo, tres ruedas desinfladas al máximo y la luna del coche hecha mil pedazos. Me dio la risa, traía el espejo retrovisor en la mano.
Lo primero que hice fue preguntarle qué había sido de su caja de herramientas. En el suelo, repetía. No me lo puedo creer, decía. En el suelo, repetía con la mirada perdida en el asombro. Me puse entonces de rodillas y con mi pie derecho deslicé lejos la alfombrilla de la entrada.
-¿Has comido? le pregunté mientras le abría los botones del pantalón con ambas manos.
Yo diría que llegaba desmayado, tardó en reconocerme. Marcelo está sexualmente apetecible pero sigue siendo torpe y sólo alcanzó a corresponder la escena con un joder Clara. Se agachó para comerme la boca y sabía a pacharán. Me interrumpió en mi faena una y otra vez para irme desvistiendo poco a poco. Me bajó el tanguita a las rodillas después de preguntarme dónde estaba la Sandra. Le gusta que le cuente qué he hecho durante el día mientras me está comiendo el coño así que comenzó a comérmelo y le estuve explicando.
Cuando no quise hablar más, se apresuró a echarse a mi lado. Dos de sus dedos seguían urgando en el interior de mi vagina cuando me miró a los ojos y me preguntó si se me había acercado algún hombre. Yo le miré la boca mientras él se mordía los labios y lo que hice fue cogerle la polla y no dejar de acariciársela hasta introducírmela en la boca. Volvió a preguntármelo mientras los dos veíamos cómo subía su agitación y seguí sin responderle por más que insistió.
No tardó en girarme bruscamente colocándome de rodillas. Le gusta verme sometida a sus deseos y a mí me gusta mucho que me folle con fuerza. Me preguntó, apareciendo en mi oído por la espalda, que si también estuve así de caliente por la mañana. Su polla recorrió mi entrepierna antes de entrarme y cuando lo hizo lo celebró entre incoherencias onomatopéyicas. Me recogió el pelo, apareciendo de nuevo pegado a mi espalda, para así verme los ojos al decirle que sí que me estaba gustando. Pensé entonces en la puta tarde que me había hecho pasar y en que sí merecía la pena.
No tardó tampoco en cansarse de empujar en la posición en la que se encontraba por lo que me incorporó llevándome hasta el lateral del sofá. Me volcó sobre éste y me metió la polla de nuevo hasta que fui yo la que se cansó y giramos de nuevo. Cuando quise ver su cara de loco ya era demasiado tarde y le tenía desencajado debajo de mí, haciéndome cabalgar dándole la espalda, mientras tartamudeé estupideces acerca del treinteañero que ahora atiende el kiosko. Después saltó para correrse encima de mis tetas y se limpió posteriormente con uno de los pañuelos que siguen en la mesa, supongo que esto de salir corriendo lo habrá visto en películas porno.
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Clara
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miércoles, 29 de febrero de 2012
Aire
Salí del chalet de Víctor para nunca más volver a entrar y dos horas después estaba recogiendo a la Sandra en Barajas. Al menos vuelve sin estar embarazada y sin tener sida, podría ser peor. Yo he vuelto porque estoy harta de tener que sonreir a la puta cámara y tanto salir y entrar de Madrid me desestabiliza. No fue capaz de olvidar el maldito capricho de hacerse un trío y me levanté una mañana mal jodida.
He cambiado de número de teléfono y ahora tengo el que sigue utilizando Marcelo cuando le digo que venga a cambiarme el hielo y esas cosas. Giancarlo ahora está en Asturias acompañando a una vieja y estuvo unos días en Madrid y entre mis piernas. Volverá a finales de marzo. A la Sandra le gustó mucho el italiano y le estuvo calentando la polla cuando salió de la ducha. Después Giangarlo fue conmigo con quien folló sobre el sofá rojo. No puede estar más bueno, aunque no se quita de la boca Florencia.
Con el dinero que tengo ahorrado tengo mucho tiempo para pensar y esto no es del todo bueno. Follo y me divierto cuanto quiero y dentro de poco la Sandra estará lista para salir de cacería conmigo. Hoy se cortó el pelo, esta misma tarde, yo misma lo estuve tiñendo. No sé si volveré a trabajar, no lo necesito. A veces me dan ideas de aceptar la proposición de Marcelo y largarnos los dos, dejando a la Sandra, a su mujer y a su retahíla de hijos atrás. Largarnos a cualquier parte y follar todos los días de la forma en la que lo hacemos cuando pienso en largarme.
Dice que me quiere y me lo está haciendo con ahínco. Hay tardes en las que no sube a casa porque su hijo no se muere pero casi siempre está ingresado o malísimo. Entonces en mi nuevo teléfono no hay otra cosa, en mi actividad laboral ahora mismo tampoco y no me gusta empinar la botella de vodka viendo cómo la Sandra cambia de canal de tv inmersa en su papel de no hacer absolutamente nada por salir del hoyo. Esta tarde tampoco ha venido Marcelo y llevo un par de semanas en las que no me siento las piernas.
Llama al telefonillo en el portal y quiere que se lo coja yo. Me dice cosas desde el portal de forma que cuando sube al piso me tiene bien caliente esperando su entrada. Por supuesto la Sandra sabe que debe desaparecer de mi vista pero aún así, a veces, se hace la remolona tirada en el sofá y tarda en dejarnos. A Marcelo le da exactamente igual porque raro es el día que no le tengo en semejante situación y absolutamente dedicado a mi cuerpo. Cuando he querido llevarle a la cocina lo he hecho, incluso ha dormido un par de noches a mi lado y olvidado cosas que debe pasarse a recoger.
Me gusta cómo follamos, él tiene asuntos personales que atender y yo estoy sumamente receptiva mientras me lo haga tan salvajemente como me está acostumbrando a hacerlo. Supongo que conmigo se desquita, assegura parsarse todo el día con la polla dura pensando en su regreso a mi casa, cada vez con una excusa diferente, cada vez ausentándose más de los suyos y metiéndose más en lo mío que es lujuria desenfrenada. La otra noche me aseguraba que le estoy volviendo loco. Acaso no lo estamos todos cuantos somos.
Yo espero a que llegue con ganas de sentirlo de nuevo dentro. Él llega directo a lo que le lleva urgiendo durante todo el día, clavármela y correrse una y otra vez dentro de mí hasta quedar extasiados y tirados de cualquier manera. Me siente cachonda, sabe que estoy en casa y los dos estamos disfrutando mucho. A la vecina del 2A la tenemos contenta, bien entretenida debe estar atando cabos. Y Marcelo no suda de la forma en la que lo hacía Víctor, por el momento todo son ventajas.
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Clara
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viernes, 6 de enero de 2012
Disputas
Víctor ha tardado más de cuarenta días en comprarme un nuevo ordenador, pero finalmente lo ha hecho. Me ha tenido durante todo ese tiempo incomunicada y dejándome llorar por las esquinas, negándome la palabra y negándose a dejarme ir a comprar otro por mi cuenta. Para ser más exactos, me ha tenido encerrada en la habitación desde el mismo episodio en la cocina cuando le levanté la voz tras ver cómo provocaba la caída del ordenador desde lo alto de la mesa de la cocina.
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Clara
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