viernes, 25 de abril de 2008

>> Caballo prieto azabache

Llevo ya creo que son dos o tres días cachonda perdida por la casa, por la calle, por el metro y por el autobús y hay un problema: Marcelo está fuera de madrid. Con Vicente el del bar de abajo no he tenido estos pensamientos, por ej., es que son cosas irremediables pero sí me apetecía con el chaval que despacha en el metro que ahora no recuerdo cómo se llama y a la vez que me hablaba yo le estaba sacando la ropa allí frente a la estantería sin que se diese cuenta o también en la misma cita porque yo iba a trabajar.

Cuando un@ tiene ganas de follar es como que desprende lo que sea que tampoco recuerdo el nombre todo ahí hormonal y se extiende a tu paso de forma que cuando te corres yendo en esas condiciones resulta espléndido. Bueno, esto lo saben los chinos y era lo que yo llevaba por la calle, se me salían las ganas del cuerpo.

A él que se llama Ignacio y vive en Francisco Gervás le bastaron unos cinco minutos para percatarse de ello, me valió con un cruce de piernas. Era uno de estos medio guapo, serio de esto que no sabes si está triste o mosqueado, hablamos poco. Me sirvió una copa, tenía vodka y unos vasos muy curiosos que yo no había visto nunca. Tenía calor y me saqué la cazadora. Él se dispuso a quitarse el traje mientras me contaba que en cuatro horas cogía un vuelo a París.

Me gustaba más lo que contaba de cintura para abajo, se me acercó presentándome su fimosis sugiriendo que me incorporara, me quería sentada en la mesa, él mismo terminó de desnudarme. Me pidió que me recogiese el pelo y procedí a ello mientras él probaba a dos dedos la entrada de mi vagina, me mordí el labio y me llevó los dedos a mi boca mientras me observaba.

-ven- fue todo lo que dijo acercándome al borde de la mesa

volvió a probar mi humedad y siguiendo sentada en la mesa me penetró tras rozar su glande conmigo y se movió en un principio muy lento y muy suave acomodándose entre exclamaciones y me gustaba. Conforme se fue deslizando en mi interior me indicó que yo estaba ardiendo y lo dijo como sorprendido, nos miramos a los ojos y esto le hizo primeramente frenar y después comenzar a darme con más ímpetu y me seguía gustando.

Después el segundo servicio en la cama fue igualmente bueno, no me gustó que en mitad del acto insistiera en amarrarme las muñecas por encima de mi cabeza, no me daba la gana, yo tenía ganas de tocar, volvió a insistir diciéndome de no muy buenas maneras que él lo quería así. Y a mi que me daba igual lo que él quisiera porque era una visita a domicilio y eso va como a mi se me antoje y no le hacía caso y parecía sobreponerle el discutir y lo acabé disfrutando, la verdad es que sí.

Al volver conocí al Oscar que folla rápido y medio mal, aún no se maneja pero es simpático y todo ojos, algo ha debido ver en la vida. Yo salí del metro en mi parada, a la vuelta, y me metí en el primer bar a comprar tabaco. Pido cambio en la barra y me rio porque el chavalín que me atiende se ha confundido en las vueltas y me da lástima, se lo hago saber y mientras yo estoy en ello el Oscar este, algo más allá, se quita el marca de encima y me dice

-contigo da gusto ¿no?-

le miro y me gusta, le pongo y lo sé, vuelvo a reirme esta vez con él,

-sí, bueno, eso dicen- y me giro a la máquina de tabaco, meto las monedas,

-si fuera máquina ahora te daba dos paquetes-

cojo el fortuna divertida y me vuelvo hacia él

-¿qué dices de paquetes? ¿cuánto das por echar un polvo conmigo?

En un primer momento no se lo cree, me mira y seguidamente mira la puerta repasándose la lengua por su labio inferior y yo le explico las condiciones que hay y todo esto ante el asombro del chavalín que ahí aprendió conmigo más que matemáticas.

No le había dado tiempo a cerrar la puerta del baño cuando ya le tenía pegado a mi espalda, rodeándome la cintura besando mi cuello. Bajó la tapa del wc y se sentó en ella y me invitó a que hiciera lo propio en su rodilla. Mientras me desabrochaba los botones del pichi me preguntó si podía besarme.

Tal y como apuntaba se encontraba ya empalmado, insistía en que le agarrara la polla y lo comprobara, esto le hacía acelerarse y en cuestión de un par de minutos tenía ya el dinero dentro del bolso y su mano ya abajo, buscando la entrada de mi vagina. En eso estábamos cuando le sonó el móvil por primera vez, wind of change o como se escriba, de los scorpions, que no sé lo que dice la canción ni me interesa pero que es una maravilla.

Me indica sin sacar el móvil de la chaqueta que no va a cogerlo mientras lo que coge es mi pierna la cual encaja rodeando las suyas y entonces me besa de nuevo y el estribillo de la canción me lleva a una década atrás, a poco de llegar a madrid y me vi allí en la estación de atocha con mi pelo negro azabache y con ese aire que yo llevaba entonces que le iba gritando a las vías que yo venía para quedarme.

La canción terminó dando paso a un silencio extraño en el que solo se apreciaba el sonido de los besos de este, regulares, no quiso entrarme sin más por lo que me pidió incorporarnos y una vez de pie me agarró la mandíbula y me espetó que quería hacérmelo mirándome a la cara para que no se le olvidase. Yo por mi parte cerré mis ojos y de nuevo me vi allí en la estación de atocha y de nuevo mi pelo negro azabache y mis ganas de comer madrid. Por cierto, esta tarde me acerco de nuevo a repasarme las mechas, le he cogido el gusto al rojo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

La canción habla de los cambios socio-políticos que entonces estaban ocurriendo en la Europa del Este al final de la Guerra Fría.
Ya has puesto que no te interesaba pero como te gusto...nunca esta de más no?
Besos wapa
Bilbo

Clara dijo...

BILBO'O. Me gusta ese disco entero, así en general.
No tenía ni la menor idea de eso que me cuentas, no tengo yo tendencia a traducir aquello que me gusta no vaya a ser que me decepcione o algo, lo escucho tal cual.


En qué zorreas