sábado, 28 de mayo de 2011

>> El jardín de la alegría

He dejado de trabajar y ahora me dedico a mirarme las uñas y a comprobar que se hayan secado correctamente. Llevo más de cuatro meses con el teléfono de citas apagado y me siento bien, creo que voy a continuar así durante un tiempo. Me gusta esta casa, me gusta como no me había gustado ninguna otra y tiene un jardín precioso. Víctor dice que estaremos aquí al menos hasta completar el mes de julio, después iremos a Navarra.

Víctor es el dueño de esta casa y el mismo a quien dedico todas mis últimas felaciones. Tiene suerte, apenas trabaja y al final de cada jornada su gran responsabilidad la descarga conmigo o bien en la habitación o bien en el jacuzzi de esta casa. Por otrra parte, si la Sandra no se hubiera metido en mi domicilio para enchufarse farlopa y venir llorando día sí día también quizá yo no estaría viviendo aquí. Con Víctor es fácil entenderse, lo que quiere lo pide directamente. De hecho, hace poco más de un cuarto de hora me ha llamado por teléfono porque, como esta noche no vamos a vernos, quería tocarse mientras hablábamos.

He insistido en el hecho de querer que me folle en la cocina, pero todavía no lo he conseguido. Víctor dice que las cosas han de ser como él quiere, que por algo es el que paga y tiene razón. En cualquier caso, nada cambia, cualquiera de los dos es libre para cortar en cualquier momento esta situación. Vivo mejor de lo que vivía con Jesús y supongo que por todo esto me he animado a escribir.

No hay noche que pase con él y me duerma sin haberme corrido varias veces, vivo en la gloria. Suda, es cierto que suda muchísimo, y no va a depilarse por mucho que yo le insista, la perfección no la roza pero es lo mejor que me he encontrado dentro de este puto año. Es extraño que nunca antes se hubiera corrido dentro de la vagina ni tan siquiera sobre el vientre de otra, no lo comprendo. Le gusta hablarme por la espalda mientras se coloca la polla entre mis nalgas y entonces me cuenta cosas, algunas de ellas sorprendentes. El movimiento de rotación de la Tierra es contrario al sentido de las agujas del reloj y tuvo un hermano, dos años menor que él, y el hermano no tuvo su suerte y se ahogó con ocho años. Supongo que por esto último no quiere piscina en el jardín, aunque no se lo pregunto.

Ha grabado en vídeo varios encuentros conmigo, y no sé bien por qué en el momento de coger la cámara me quiere a cuatro patas delante suyo, permanece estático y en todo momento de la grabación el movimiento es sólo mío. Curiosamente, le gusta después verlo repetido y alterna su visión mientras yo se la estoy chupando según me pide. En el jacuzzi casi siempre me quiere haciendo distintas acrobacias y se puede pasar diez minutos largos mordisqueándome un pezón. Muchas veces espera y cuando ya he terminado es entonces cuando comprueba mi flujo y me penetra, que es cuando más me gusta. Quizá yo también tengo suerte.

Olvidando a un efímero Giancarlo, hacía mucho tiempo que yo no iba cachonda perdida por las esquinas. A veces, creo que Víctor me lo adivina nada más entrar por la puerta de la sala en la que me encuentra. Son esos días en los que me tortura no dejando que le ponga una mano encima, mientras él se dedica a desnudarme despacio y a hacérmelo más despacio todavía. Me dice entonces cosas poco agradables como que tengo que olvidarme de dónde vengo y que no me puedo permitir ciertas acciones. Con un solo dedo va recorriendo y dando nombre a cada una de mis vértebras y se detiene en el cóccix, siempre en el mismo sitio, y entonces me hace voltearme.

A la Sandra la comenté por teléfono que creo que Víctor me está importando más de lo que pensaba, pero la Sandra está desquiciada y no presta atención a lo que digo. Esta mañana sin ir más lejos, me he descubierto a mí misma indagando descaradamente a Yazira, la chica interna que atiende la casa, acerca de la relación que mantiene con él y todo porque los escuché conversar antes que Víctor saliera camino del aeropuerto. aclaración nº 3. También le he preguntado a él, hace un rato, se ríe y le divierte decirme que nunca había pensado nada semejante, pero yo sigo sin entender por qué Yazira es la única, de las tres personas del servicio, que no tiene que llamar a la puerta antes de entrar.


En qué zorreas