domingo, 8 de diciembre de 2013

Vida intensa

En estos meses han sucedido muchas cosas.

Munir y David han pasado a la historia. El primero ya no está en este país y el segundo abandonó a la Sandra hace un par de meses dejándola embarazada. A mí me dejó una nota escrita en una cuartilla en el bolsillo de mi albornoz azul. No decía nada interesante, como buen cobarde. No me quedó más remedio que acompañar a la Sandra a una clínica, cerca del metro del Callao, para que abortase. Cuando se despertó de la anestesia se echó a llorar y me juró repetidas veces que no volvería a confiar en un hombre. Ahora pinta y come dentro de casa y come y pinta.

La marcha de Munir no me ha causado apenas tristeza, puesto que él mismo me presentó a su primo. Se llama Khaled y me sigue poniendo nerviosa, excitándome con solo mirarme. No tardé en bajarle los pantalones y no quiero dejar de hacerlo. Él dice que nunca encontró en Marruecos lo que encuentra conmigo en la cama y que el próximo viaje a su país lo haremos juntos, en verano. Ha salido esta mañana de casa y no volveré a verle hasta la navidad que él no celebra. Tengo el coño dolorido por su marcha, pero el no haber dejado de follar en toda la semana no es el único motivo ya que cada vez que se levanta de la cama, aunque sea para darse una ducha, hace que me duela algo. Quiero que su rabo guarde en las venas mi nombre y que lo diga en alto una y otra vez, una y otra vez.

Quiero que se termine corriendo dentro de mí, cada vez de una manera y siempre intensamente, tal y como lo viene haciendo desde que entró en mi casa. Quiero que tarde lo menos posible en recuperar el ánimo y que vuelva a follarme tantas veces como sean posibles, que la cuarta vez sea mejor que la segunda y que repitamos la primera porque ya se me ha olvidado. Termino manchando cualquier trapito que me pongo porque me tiene lubricando todo el santo día y sobre todo me encanta el que me someta a un continuo entrenamiento, nunca tiene suficiente y yo tampoco. Es magnífico.

La otra tarde nos sorprendieron en la cocina. Mientras Khaled se afeitaba en el baño yo me dirigí a la cocina para hacerme unas tostadas con mermelada. Antes, me había despertado al sentir su glande buscando el pasadizo entre mis labios. Casi siempre se despierta él primero y cada vez me despierta de una forma diferente, cosa que me encanta. Recibí su sugerencia gustosa y en un momento ya tenía su rabo explorándome por dentro, dándome los buenos días. En esta ocasión recuerdo que alcé mis dos brazos agarrándome con fuerza al respaldo de la cama y que me estuvo embistiendo sin piedad de esta manera hasta correrse de gusto.

Al salir de la habitación comprobamos que estábamos solos en la casa y entonces recordé que la Sandra tenía intención de acercarse al rastro. Mientras extendía la mermelada sobre la segunda tostada escuché que Khaled me llamaba. Entró en la cocina frotándose el pelo con una toalla y completamente desnudo. Me pidió, con esa forma suya de hablar, que por favor le cediera parte de mi desayuno y le pedí algo a cambio. No le había dicho aún mi propósito cuando se adelantó proponiéndome que me abriese la bata. Se colocó a mi espalda en cuanto lo hice y me abrazó la cintura. Me preguntó si tenía ganas de rabo mientras me colocaba el largo de la bata al hombro y como yo asentí con la cabeza enseguida me separó ambas piernas para comenzar la faena allí mismo.

Me cansé no tardando mucho de esa postura y accedió a sentarse en una silla, la cual inmediatamente colocó en el centro de la cocina invitándome a subirme encima suyo. Lo hice y comencé a cabalgar sobre su polla con verdadero entusiasmo, él sabe cómo sujetarme las caderas para que disfrutemos ambos. Cuando mejor nos encontrábamos, cuando su rabo entraba y salía de mi coño empapado y yo me pensaba tocando el cielo con las manos, los jadeos de los dos entorpecían cualquier otra escucha y la Sandra había llegado hasta el umbral de la puerta y nos observaba atónita y divertida.

Khaled aún no la había visto y giré su cabeza para que lo hiciera. Después de verla me miró a mí interrogante, que no me inmuté, y sin dejar de follarme aumentó entonces la velocidad de su empuje y, mientras ella se retiraba con sus bolsas, Khaled consiguió que me corriera diciéndome al oído que no iba a frenar si yo no lo pedía. No tuve fuerza para mencionar palabra, sintió mi final y me pidió que me colocase de espaldas. Lo hice y de esta manera me penetró de nuevo, comenzando algo más suave mientras me abarcaba ambos pechos. Me dijo que yo era su zorrita preferida, nombre con el que le gusta llamarme cuando está cachondo.

La Sandra regresó a la cocina para abrirse una cerveza y a Khaled, el tenerla allí de nuevo, le hizo bien. Siguió metiéndomela al límite y no tardó mucho más en descargar su lefa, lefa que terminaría en el suelo de una cocina que no he fregado hasta hoy. Y es que hoy, aparte de despedirme de Khaled en el aeropuerto y fregar el suelo de la cocina, he vuelto a discutir con la Sandra y he decidido volver a escribir aquí mientras exploro nuevas formas de ganar dinero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Amén en cualquier caso.

Dantonmaltes dijo...

Te sigo.

sexoandmore dijo...

Muy bien, a rey muerto, rey puesto. El trono en la cocina, y el báculo bien abrillantado...


En qué zorreas