lunes, 26 de noviembre de 2007

Coca de la guapa

Continúa su control sobre mis cosas, hemos estado discutiendo todo el fin de semana. El sábado estuvimos en Las Rozas en casa de un amigo suyo que cumplía años, no nos conocíamos. A todos les va cargando acerca de su trabajo y con cosas que no entiendo y a mí me deja con ellas, que tienen, según cuentan, bastante poco tiempo para las cosas y que siempre van con prisa de un lado para otro. Una de ellas, Raquel, terriblemente guapa, me invita a una rayita en el baño tras comentarme que no diremos nada, que hemos venido a divertirnos. La anfitriona debería llevar pegada a la mano una fregona, es escrupulosamente decente y delicada.
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Una fiesta privada de mileuristas siempre es muy probable que resulte una entrega total al alcohol y lo que se tercie, y una resignación a la vida, por lo que opté por entretenerme con el hermano del anfitrión, sordo desde hace años. Este vagabundeaba de grupo en grupo sin necesidad de oir, intentando escuchar algo y debió precisar mi aburrimiento y comenzó a hablarme, bajito y pausado del vodka una vez aborrecido. A mi lado tenía a la guapísima, me estorbaba, y ella me insistía también bajito diciéndome que me esperaba en el baño de nuevo y no eran las doce de la noche. El sordo me contaba, mientras echaba mano de la botella de cacique, que yo tenía en los ojos algo que no tenía nombre y yo le reía con la atención de Jesús, allá a lo lejos en su partida de mus y en mi risa.
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Sin poner intención en ello compruebo una vez más acerca de mi sociabilidad. A medida que el tiempo pasa aumenta mi exquisitez. También es cierto que tras incontables reuniones hay establecidas ciertas pautas en mi conducta que van dictando el acontecer de la noche pero ahora mi posición es diferente, soy la de y carezco de decisión, consiento ser ahí adecuadamente simpática y poco más, la gente normal se podía morir, me aburren.
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Cuando ya en repetidas ocasiones comparto con Raquel en el baño, le pregunto qué piensa hacer luego porque la digo que yo estoy viviendo una noche que rebosa lo simple y que yo lo que pretendo es perder a la fregona de vista porque me agobia, que me quiero ir pronto a echar un par de polvos con Jesús. Ella, que la he visto terminarse el brugal se retoca los labios frente al espejo, se suelta el pelo alisándolo y de nuevo se lo recoge cambiando la posición de las dos pinzas que sostienen el recogido, me mira sonriendo a través del espejo y me dice

-puede pensarse Jesús que nos estamos metiendo, le llevo viendo más de dos años, con frecuencia, y no le he visto perder el control, nunca, y a ti te lleva fichando toda la noche, así que puede que lo próximo que yo haga sea discutir con él-

Se ríe y le cuento que me da igual que lo sepa, que me aburro un poco. Y ella me remata diciéndome que eso no es nada, que cuando lleve junto a Jesús los más de cuatro años que lleva ella con su novio que entonces ya me habré acostumbrado a ese tipo de reuniones, y mientras me cuenta juguetea con las orquídeas que están ahí en su jarrita. A mi todo me da lástima y apuro mi copa mientras me cuenta que la he caído bien, y que si nos vemos en navidad tendrá más coca.
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Salimos de esa casa Jesús y yo ya no sé a qué hora, creo que fuimos los últimos en marcharnos, llegamos a casa y estuvimos durmiendo hasta pasadas las siete de la tarde. Sé que antes de dormir me estuvo diciendo cosas como que la guapa era una zorra, que gastaba mucho dinero y pretendía vivir por encima de sus posibilidades, que le tenía al novio matándose a trabajar para mantenerla, y acabamos discutiendo.
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Ayer domingo, de nuevo discutimos porque no me he molestado en llenarle el frigorífico en toda la semana ni en fregarle una mancha de no se qué en el baño. Hay ratos en que me desespera por lo dominante, pesadísimo en repetirme una y otra vez las cosas. No sé, quizá discuto porque me aburro bastante y porque si te lo hacen después como pidiendo disculpas, acaba siempre siendo un polvo completito y generoso, como el de anoche que le hizo asegurar que esta vez, seguro, yo habría despertado a los vecinos. Cuando se enfada, es curioso, se le forma una arruga en la frente y hay veces en que llega la arruga casi antes de la discusión. Todavía no le entiendo del todo.

3 comentarios:

renfield sonia dijo...

Mileuristas en las Rozas???
Vaya vaya, asi que te gusta que te paguen las deudas a base de virtuosismo sexual... la verdad es que no se si alguna vez he pensado en pedir perdon a base de lametones, pero puede que me apunte la estrategia...

Clara dijo...

renfield: se trata de un recurso simple pero muy eficaz, no puede ser que jamás hayas recurrido a ello!! y bueno, depende de la situación concreta pero son muchas las veces que esto funciona, te lo aseguro.

Amanecer vacío dijo...

Este tipo de reuniones "mileuristas", en las que desde luego me resigno a verme incluído, pueden llegar a veces a despertar sorpresas en uno mismo. Recuerdo una ocasión, el apartamento de un amigo en la playa, en la que conocí un tipo extraño, aparentemente convencial y simple, que terminó por explicarme historias absolutamente irrealistas sobre sus viajes dominicales al campo, acompañados de sesiones espíritistas al alba, y en fín... fué una noche curiosa.

un abrazo.


En qué zorreas