martes, 5 de febrero de 2008

Para eso están los despachos

He estado de nuevo en el barrio de Arturo Soria, cerquita de la estación de metro, todo facilito. Más difícil me es precisar si donde estuve se trataba de una empresa o es casa o las dos cosas, no sabría decir, lo que está claro es que yo he ido allí a trabajar y para eso y para más están los despachos.

Ya a estas alturas de la vida cualquier reprimido tiene orla universitaria de esas enmarcada presidiendo despacho para que se vea bien ahí en lo alto de su cabeza, le busqué entre las fotos pero no le encontré y él mientras me explicaba y se balanceaba en su sillón de -entiendo- cuero negro. Qué necesidad tendré yo de saber los pormenores de su vida en la situación que estábamos, ninguna, pero él iba alternando explicaciones. También se limpia el polvo de un curso de recursos humanos yo no sé dónde y otro de contabilidad y finanzas. Y al hablar ponía en posición las manos como Zapatero y no se por qué con el dedo índice se repasaba una ceja y después la otra y hacía mientras como una pausa. Un tío raro de cojones, vaya.

Y del rey que no es otro que el juan carlos también tenía allí un souvenir en una estantería y con dedicatoria y todo, imagino que dándole las gracias por coleccionar sus billetes o yo no sé. En ese tipo de despachos siempre se aburre una y no tiene dónde poner los ojos. Los suyos, mientras, en mi escote y en mis labios que no dejo de morderme porque yo no sé por qué al verlo todo tan apagado, tan marrón y tan así me entran ganas de fumarme un cigarro.

Me dice cosas que ya no vienen a ser nada de tan escuchadas y prosigue sus explicaciones con los brazos en plan cortes generales ahora disueltas. Todo lo que me rodeaba no lo había conseguido él, era de esperar, pero me contaba que tenía proyectos. También tenía fantasías y dinero y por dinero yo me quito el jersey, me saco el sujetador según me pide y me acerco para que él mismo proceda a bajarme el tanguita. Al momento le dejo que me penetre, yo encima de él, en su sillón de -espero- cuero negro. Aprobé primero la marca de condones que extrajo de un cajón de su mesa, no quisiera que este tipo me contagiase alguna porquería, me aburre su escrupulosidad. Se corrió babeándome el cuello y me extendió acto seguido una cajita de clínex que tenía a mano.

Mientras nos vestimos y nos colocamos de entrevista laboral pienso en la simpleza del polvo que acabamos de echar y a su vez puedo echar otra ojeada al despacho, diez o doce árboles allí hechos estantes, la bandera de este país que es espanya ondeando con un soldadito que la porta y estas y otras cosas igual de serias me hacen entonces consciente de que posiblemente fuera estuviese oscureciendo ya y que comenzaría a hacer frío y madrid es feo y quizá lloviese y desde ahí desde ese despacho donde me encontraba no se oía una mierda del exterior y pensé que todo aquello parecía sacado de un puto anuncio de gas natural.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vuelves por tus fueros clara..y de ke manera, encantadora.Me he reido con lo del coleccionista de billetes, q bueno.
Besos de tu admirador en Bilbo

Anónimo dijo...

Ahora entiendo el significado de un trabajo mecánico, sin devoción ni esmero, lo q se dice un trabajo puro y duro. Es decir q te lo despachastes asi como quien dice. Tan odiosa tu descripción de la situación como el tipo ese. jajajajajaajjaaj. Joder q mal. Pero bueno el trabajo es el trabajo y tiene sus cosas.

Mejor suerte la próxima.

Saludos Plazebo

Anónimo dijo...

Ayer estuve todo el día en Madrid, no sé porqué, cuando bajé del tren,-será porque últimamente te voy leyendo- me acordé de tí.

Un abrazo.


En qué zorreas