viernes, 19 de octubre de 2007

Bautizo de vodka

Para esta tarde y parte de su noche ya había quedado para asistir a un bautizo acompañando a un separado. Dijo que sabía de mi por un compañero de trabajo, no quiso darme más detalles y se lo agradecí. Mientras charlábamos mi intuición me dijo que tenía al otro lado a un putero de los de carretera, madrileño de toda la vida, le imaginé madridista y feo. Según me contó todo iba a ser fácil, me lleva para joder a su exmujer que tiene otro hombre desde que se tomaron un descanso.

Dijo que yo debía ser el centro de atención de la ceremonia y que debía quererlo mucho, acepté. El bautizo cristiano era a su sobrino, su exmujer asistía por ser íntima amiga de la hermana de él que se llama Juan. No controlaba estos precios, me preguntó 100€ por debajo de la cifra en la que yo pensaba, jugueteé y acabé estafándole, lo cerré en 500€.

Tal y como me dijo asistí metida en un vestido negro, dejando al descubierto por completo mi espalda, libre de sujetador que dijo que eso le excitaba. Me recogió a un par de paradas de metro de mi casa y lo primero que exclamó como buen castizo al verme fue

-joder, le vas a poner cachondo al mismo cura-

Me dio un par de besos bien dados y tras subir al taxi en el que él venía me explicó los nombres de su familia que yo debía memorizar y algunos detalles. A mi intuición le faltó precisar que además tendría barba y unos diez kilos de sobrepeso. Al llegar el taxi nos dejó a la misma puerta de la iglesia. Me metí enseguida en mi papel de novia ilusionada y con varia gente con la que hablé alabé las flores del altar de la parroquia citando que no hacía mucho Juan me había regalado un ramo igual salvo que de color más pálido.

Me presentó a su ex de forma muy amigable, a ella que la asemejo a la hija de Laura Valenzuela pero sin tetas le hablé alabándole su manicura al igual que hice con sus pendientes los cuales califiqué de divinos asegurándome de este modo su mirada y seguimiento para el resto del evento. Cuando esto era así, es decir, de forma frecuente, Juan y yo nos dedicábamos a tocarnos mutuamente y creo que siempre, a cada ocasión, él deslizaba un brazo por mi espalda de forma que tocaban el piano sus dedos en el perfil de mi pecho endureciéndome los pezones. Yo se lo hacía saber señalándoselo pretendiendo celar a la pija y creo que funcionó.

Tras el bautismo, breve, entramos en un bar para celebrarlo. Me tocó hacer de futura buena tía sosteniendo por un rato a la criatura en mis brazos. Un vodka continuó a otro y así y yo reía las gracias de un primo hermano, comentaba los possit con cariñitos que Juan me dejaba en ocasiones en el frigorífico y paralicé a todos al confesar que quería ser madre antes de 2009, que íbamos a ir a por ello. Algunas cosas no tienen precio. Me familiaricé con mi pecho como teclado y comencé a preguntarme cuándo nos largaríamos de allí, quería divertirme. Acompañé a mi cuñada al baño siguiéndonos Juan hasta la misma puerta haciéndome un aparte

-está saliendo todo perfecto, en media hora nos vamos-

Así fue. Él lo tenía todo calculado, convenció a su hermana que nosotros pasaríamos por su casa a recoger maletas de ella y el marido y que él mismo se encargaba luego de traérselas. Le entregó confiada un juego de llaves y guiñándome un ojo salimos en busca de taxi. De nuevo, sus felicitaciones, el trayecto no fue largo, dejó propina al taxista y entramos en el portal. Dos pisos, sin ascensor. Me hizo subir rápido sin reparar en mis tacones, abrió a la primera la puerta invitándome a pasar primero y cerró la puerta tras de sí.

Me pidió que me acercara mientras se desabrochaba los botones de su camisa. Me desnudó él quedando a mi espalda tras bajarme la cremallera del vestido, cayendo este al suelo al retirar de mis hombros los tirantes. Me hizo girarme pegándome a él que no tardó un segundo en caer sobre mis tetas, mordiéndome los pezones. No me dio ni un solo beso en la boca, se quedó desnudo y en tan solo unos pasos estábamos junto a la mesa del comedor, me hizo sentarme en ella y abrirme de piernas, y hábilmente con una mano apartó mi tanguita y comenzó a masturbarme ayudándose de sus dedos de pianista.

Aguantó lo suyo como un campeón corriéndose con la respiración fuera de sí, agotado y sin dejar de pellizcarme los pezones. Me pagó antes de salir del piso diciendo que puede que volvamos a vernos, conté los billetes y esta vez sí, procedí a grabar su nº de móvil en mi aparato, merecía la pena.

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