domingo, 18 de marzo de 2012

Tres son multitud


aclaración nº 7 Marcelo vino diciendo la otra noche que va a dejar a su mujer y a sus hijos. Nadie le pidió que hiciera semejantes manifestaciones, lo dijo él solito instantes antes de correrse mientras me lo hacía sobre la alfombra del salón. Una alfombra que, a estas alturas del calendario, aún no he recogido. Le gusta hablar barbaridades mientras me folla, supongo que dice esas cosas para intentar llegar más alto. Sigue estando fuerte y atlético, aguanta bien todas mis subidas.

Últimamente casi siempre estoy de subida. Ya he podido celebrar un par de borracheras con la Sandra, me paso riendo todo el día y Marcelo sigue viniendo al piso con una frecuencia de dos o tres días por semana que es lo que a mí me interesa. Yo no quiero que él deje a nadie, quiero tenerle cachondo perdido todo el día y que entre en mi casa con hambre. La Sandra me dice que así no necesito ir al gimnasio y lo cierto es que me siento estupenda. A veces viene y al cabo de dos horas ya está rendido, pero para eso estoy yo y me aprovisiono sola. Por la mañana, tras estos casos, nos lo montamos antes y después del desayuno y luego no le vuelvo a ver en dos o tres días. Es genial.

Tiene ese afán de fontanero que a mí tanto me pone y una instalación sin terminar en Boadilla del Monte. Creo que se piensa que voy a estar con él siempre y eso me hace mucha gracia. Siempre no existe, todo se puede terminar esta misma tarde. Sólo importa el aquí y el ahora y ahora me gusta follármelo y punto. Soy la única que tiene sexo en esta casa, por otra parte. A la Sandra ahora le ha dado por la pintura y conserva su porro nocturno para cuando se coloca delante del lienzo a pintar absurdeces. Está de lo más entretenida, me hace las uñas y pasea por toda la casa día y noche sin salir a ningún sitio y sin limpiar lo más mínimo. Cree que cualquier mañana el lavavajillas se pondrá solo o que alguien vendrá a reponer el papel higiénico en el baño. Cualquier día les echo a los dos a tomar por culo.

El pensar que Marcelo me lo está haciendo tan bien el caso es que parece excitar a mi compañera. Sé que se encuentra más que dispuesta a hacérselo con él a la menor oportunidad. Ha tenido varias, cada vez que Marcelo sale de la habitación para comer algo ella se pasea semidesnuda por la casa haciéndose la inesperada. Tiene a todas las horas del día mucho calor, la importa poco que los haya muriéndose de frío. Ella estaría encantada de acompañarnos en la habitación, estoy segura.

Si alguien ha de acompañarnos en la habitación me gustaría que fuese Giancarlo, para los tríos no me gustan las rubias. Y es que Giancarlo ha llamado esta noche al número que yo le facilité hace unos días y me ha dicho que abandonará Oviedo el martes y pasará conmigo una semana antes de abandonarme por Florencia. Espero que venga con ganas de follar, aquí le estoy esperando.

Y quien espera, desespera y eso es lo que ha ocurrido hoy después de comer. Marcelo me había dicho que estaría en mi casa a las cuatro y como iban a dar las cinco y no había llegado la Sandra preguntó por él en voz alta. Me encogí de hombros y me dejó una mueca extraña antes de tirarse en la hamaca a ver televisión con el volumen bajito porque se lo he dicho cincuenta veces. Solté la revista en el suelo y volví a mirar el reloj. Las seis menos veinte y Marcelo tampoco llamaba. Pensé entonces en el ataúd de un niño muerto y me vinieron a la cabeza varios nombres, San Sebastián, Barcelona, Vigo.

También la Sandra se aburrió de esperar y tras verter líquido quitaesmalte sobre dos pañuelos de papel usados hace más de una semana y que aún permanecen en lo alto de la mesa procedió a desvestirse camino de la ducha. Me dijo algo del tiempo o el sol desde el marco de la puerta del baño pero no lo recuerdo. Sé que me serví un zumo de naranja y a mi regreso me coloqué frente al ordenador y allí permanecí unos minutos sin encenderlo. Eran las seis y diez cuando sonó el telefonillo y la Sandra dormía su siesta diaria en su habitación.

Venía con la cara desencajada y tardó muchos segundos más de lo normal en pronunciar palabra. Le habían pinchado las ruedas del coche. Eso fue lo que dijo. Al salir de trabajar y dirigirse hacia la furgoneta debidamente aparcada se dio cuenta que tenía ambos parabrisas levantados. Soltó la caja de herramientas en el suelo y no podía creer lo que estaba viendo. El espejo del copiloto bajo el vehículo, tres ruedas desinfladas al máximo y la luna del coche hecha mil pedazos. Me dio la risa, traía el espejo retrovisor en la mano.

Lo primero que hice fue preguntarle qué había sido de su caja de herramientas. En el suelo, repetía. No me lo puedo creer, decía. En el suelo, repetía con la mirada perdida en el asombro. Me puse entonces de rodillas y con mi pie derecho deslicé lejos la alfombrilla de la entrada.

-¿Has comido? le pregunté mientras le abría los botones del pantalón con ambas manos.

Yo diría que llegaba desmayado, tardó en reconocerme. Marcelo está sexualmente apetecible pero sigue siendo torpe y sólo alcanzó a corresponder la escena con un joder Clara. Se agachó para comerme la boca y sabía a pacharán. Me interrumpió en mi faena una y otra vez para irme desvistiendo poco a poco. Me bajó el tanguita a las rodillas después de preguntarme dónde estaba la Sandra. Le gusta que le cuente qué he hecho durante el día mientras  me está comiendo el coño así que comenzó a comérmelo y le estuve explicando.

Cuando no quise hablar más, se apresuró a echarse a mi lado. Dos de sus dedos seguían urgando en el interior de mi vagina cuando me miró a los ojos y me preguntó si se me había acercado algún hombre. Yo le miré la boca mientras él se mordía los labios y lo que hice fue cogerle la polla y no dejar de acariciársela hasta introducírmela en la boca. Volvió a preguntármelo mientras los dos veíamos cómo subía su agitación y seguí sin responderle por más que insistió.

No tardó en girarme bruscamente colocándome de rodillas. Le gusta verme sometida a sus deseos y a mí me gusta mucho que me folle con fuerza. Me preguntó, apareciendo en mi oído por la espalda, que si también estuve así de caliente por la mañana. Su polla recorrió mi entrepierna antes de entrarme y cuando lo hizo lo celebró entre incoherencias onomatopéyicas. Me recogió el pelo, apareciendo de nuevo pegado a mi espalda, para así verme los ojos al decirle que sí que me estaba gustando. Pensé entonces en la puta tarde que me había hecho pasar y en que sí merecía la pena.

No tardó tampoco en cansarse de empujar en la posición en la que se encontraba por lo que me incorporó llevándome hasta el lateral del sofá. Me volcó sobre éste y me metió la polla de nuevo hasta que fui yo la que se cansó y giramos de nuevo. Cuando quise ver su cara de loco ya era demasiado tarde y le tenía desencajado debajo de mí, haciéndome cabalgar dándole la espalda, mientras tartamudeé estupideces acerca del treinteañero que ahora atiende el kiosko. Después saltó para correrse encima de mis tetas y se limpió posteriormente con uno de los pañuelos que siguen en la mesa, supongo que esto de salir corriendo lo habrá visto en películas porno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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